lunes, 9 de abril de 2012

Más allá el Olimpo Parte 5



Fue en esa victoria donde logró obtener sus alas, Aina logró extender sus alas y no fueron dos, fueron cuatro alas, dos en cada costado y no solo eso, sus ojos se tornaron blancos como el color de las nubes del cielo. Llego volando hasta los brazos de Raibeart y en un vuelo espléndido entre sus alas de fuego y sus alas blancas se formó un vuelo de amor y de pasión en torno a un baile muy hermoso. Al final, cuando Rai intento abrazar con sus alas de llama a Aina sus alas encendieron un fuego azul en las de ella, un espectáculo sin igual.

De la nada un camino hacia las profundas aguas del océano apareció Poseidón y desde ahí le dijo: "Acompáñeme Señor, déjeme mostrarle mis tierras". Seguido de Aina, Rai bajo hasta la superficie, con el poder de la piedra de agua, hizo que Aina lograra respirar bajo el agua, ya que él al poseerla no le afectaba en lo absoluto. El cambio fue impresionante, sus alas se extinguieron, pero se tornaron azules, como las de un dragón de agua.

En segundos se encontraban en la ciudad perdida, Atlantis, una ciudad bajo el agua, con tritones que vivían en ella. Ellos eran como los humanos pero a diferencia, ellos podían respirar gracias al poder de Poseidón. Cuando Rai se dirigió al trono de Él, le dijo: "Este es tu reino, no me entregues un tridente que no merezco. Seré justo y franco, tu has reinado y mereces ser el Dios de los mares. Hay que descansar y recuperar fuerzas para la próxima batalla".

En un cuarto adornado por estrellas de mar y muy colorido por corales en todas partes, Rai y Aina lograron descansar. El la abrazó, le beso la frente y le dijo: "Con tus alas blancas, con tu mirada pura, con tus vestiduras, pareces un ángel caído del Olimpo". Ella gentilmente lo miró y con profunda pasión lo beso. Un beso lleno de amor, de cariño, de dulzura y de emoción. Ella le dijo: "Me has mostrado un mundo hermoso, desde el mismo infierno hasta un mundo perdido. Eres espectacular Rai".

El amanecer llego y el cielo se despejó totalmente, luces se veían y antorchas prendidas se dibujaban como siluetas en el cielo, desnudo ante la vista. Una ciudadela de oro deslumbraba la mañana, y en lo mas alto se encontraba el trono de Zeus, el Dios del trueno. A su lado los ejércitos de los Dioses del Olimpo, preparados para la batalla. Esperando una señal que vendría desde las profundidades del mar. Él sabia que Raibeart se encontraba ahí descansando y que en cualquier momento atacaría, solo quedaba esperar...

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